OFRENDAS
Por Gonzalo Marquez Cristo
La fotografía es un arte porque puede mentir.
Henry Peach Robinson
Como negación del anacrónico eterno femenino hallamos a la múltiple mujer-signo, a la encarnación de una imagen géiser o de una fuente en la noche para decirlo con palabras de Paz; en un tránsito fotográfico que se reviste de árboles, de hojas, de adoquines, de espigas, con la certeza de que sólo existe lo que perturbamos, de que un cuerpo debe ser silencio en sus más profundas manifestaciones, debe ser definición elemental, debe ser luz cautiva.
La estrategia consiste en hallar durante la noche una prisión de luz para ciertos árboles, en apresar la textura del follaje, o en captar las inquietantes formas de flores o de minerales para después vertirlas sobre un cuerpo complementario, que las haga más intensas, más eróticas, es decir más eficaces.
Portar la luz en un cántaro y voltearlo para lavar los cuerpos, para encontrar manifestaciones elusivas de la materia, intensidades de una piel que impone sus contornos para dedicarse a soñar...
Pintar con luz, no sólo es una definición clásica de la Fotografía, sino la precisa demostración de un universo mágico surgido hace siglo y medio, que en su desarrollo desvió de curso a la Pintura, luchó por ser considerada Arte, y cuando lo fue, renegó de ésta forma estática de la cultura —en palabras de Man Ray— , para ser un acto humano, precario, elemental y tan importante como la siembra.
La Fotografía que avala la experiencia, el amor, el testimonio, e incluso abyectas formas de la publicidad, ha demostrado hace varias décadas su rigurosa alianza con el sueño. Aquí los árboles pueden retorcer sus brazos al atardecer como en el poema de Huidobro, encuentran en la mujer una forma distinta e imprescindible, y los pétalos se doblan de éxtasis. Los cuerpos son poseídos por un espíritu vegetal o mineral, y la rugosidad de un tronco es la cadencia de un torso estremecido.
Por la Fotografía las imágenes son más reales que las cosas, el recolector de imágenes viene equiparado de su memoria hecha papel y haluros de plata, para testimoniar sus viajes, sus búsquedas interiores, sus sueños y el deseo de un mundo crítico, humano, que realice el sueño de Cortázar de transformar la estética en erótica.
La magia no debe ser explicada, el hechicero nunca debe traducir sus secretos para la pervivencia del asombro. La Fotografía puede aspirar a ser como la Música o la Literatura: una mentira esencial, y a renovarnos incesantemente la mirada. Un engaño esencial, sí; vivencia, aventura despojada de cánones estéticos, porque como lo dijo Nietzsche: experimentar algo como bello significa, experimentarlo necesariamente en forma errónea.